HE LEIDO ( FALSO TESTIMONIO) DE FRANCISCO DOMENE

CORTADO

Echo a caminar por estos versos de “Falso Testimonio”  y voy descubriendo su exquisita belleza, el ritmo sostenido bien cogido por mano, el lenguaje preciso siempre bien utilizado por un poeta de sobrados recursos. Poemas directos, profundos, sin ripios ni chirridos. Poemas del hombre, para el hombre. Poesía ésta con mayúsculas, hecha desde el corazón en una sociedad que vive en el frenesí de la desesperación, en el arrebato ungido a un ala de tiempo que ambiciona la luz de lo imposible.
Coge Francisco Domene la figura del hombre como eje socio-político y central del libro, y lo coge como figura capaz de establecer normas y entendimiento. Cree el poeta en el hombre, en lo grandioso del ser humano, en su capacidad de compromiso y razonamiento, apuesta por el hombre que siente en su interior y confía sin censura en el compromiso moral de la palabra, en la hermandad del entendimiento, en lo fácil que sería equitativamente entrelazar posturas sin mitigar tristezas ni alegrías. Cree el poeta en la lógica racional sin trampas que coaccionen ni cohíban la expresión por encima del miedo.
Como uno más, tiende el poeta su mano y su poesía en la forma tangible que  anuda la esperanza y reconoce al tacto el falso testimonio. La parcialidad de quien promete alondras en un mar de salinas.
Como hilo conductor la hebra social de estos poemas va engarzando las esencias que emanan entre las líneas de una poesía sentida y reflexiva que busca en las pausas del verso dejar el mensaje clarividente ascendido por el tubo purificador de la experiencia. Poeta seguro de sí mismo, atrevido que nos advierte en sus poemas que no hay que olvidar el pasado, que hay que recuperar la memoria para afrontar el futuro. No olvidemos que el hombre es el único enemigo del hombre, el causante de cuanta maldad se extiende sin límites por la faz de la tierra.
Versos como la “dignidad es un perro que duerme en la acera” o “la libertad es una estatua ecuestre” no deben pasar desapercibidos, Son auténticas metáforas que invitan a la reflexión. Versos de afirmación y denuncia donde la palabra va unida al pensamiento, poemas de sátira social y justa ironía. Poesía contenida, llena de sarcasmo y humor dice Concha Zardoya en el prólogo.
No es la poesía para el poeta un juego caprichoso de niño adolescente, él mismo nos lo dice en el poema “La Opción Necesaria”; “Francisco Domene, óyeme: A tu edad, la poesía, si acaso alguna vez lo fue, ya no es un juego. Por ella existes tú, y en ella tú en ti te reconoces”.
Poeta serio, valiente que cree en la utilidad de la poesía.

MARTÍN TORREGROSA

IN MEMORIAN

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Absorto y retraído, como huella en el tiempo que la lluvia emborrona me asaltan la memoria repentinas imágenes.
La pausada palabra quebradiza y profunda de mi padre en la noche iba desgranando sus vivencias bajo la llama humilde de un candil de aceite y el crepitar nocturno de los troncos de olivo en la cocina, breves narraciones que aún siendo niño escuchaba atónito al calor de la hoguera.
Poco a poco mi padre con un ligero gesto de frotarse la frente iba hilvanando las palabras, dejándolas correr como un sueño lejano o pesadilla que nunca ha de vivirse.
– Nos fuimos voluntarios al bando republicano un primo de tu madre y unos cuantos amigos valientes y decididos, el hambre y la pobreza nos llevó a una guerra incívica y fraticida.
Se consumían las últimas ascuas de la noche y continuaba mi padre con la mano temblorosa en la frente desgranando recuerdos.
– Sobrecogía ver los trenes en los pueblos limítrofes al campo de batalla, con tanto herido, tanta venda envolviendo lamentos.
No podía pestañear mientras mi madre zurcía viejos calcetines a la luz del candil y mi padre continuaba dejando pinceladas de un tiempo malvivido.
– Aún tengo en la retina la imagen como rayo que cae zigzagueante del primo de tu madre muriendo contra el suelo, se había levantado para coger agua y una bala segó como espiga de mayo su esbeltez de muchacho, solo tuve tiempo para dejarle mi último adiós abrazando la tierra.
Yo, como niño contemplaba el rostro de mi padre y sus ojos eran dos charcos de agua contenida.
– Aún cierro los ojos y escucho el silbido mortífero de la aviación alemana y   sus bombas, los compañeros caían por cientos, no puedo recordar sin que se me oprima el pecho como golpe sesgado y el corazón se me quiebra saltando por las venas, la dureza sangrienta de las batallas del Segre, Mequinenza y El Ebro, me han dejado estigmas que no puedo borrar, aún no sé cómo pude salir de aquel infierno.
Entre lágrimas y con la voz entrecortada continua narrando mi padre con el último rescoldo de la noche como tuvo que cruzar El Ebro en retirada, desnudo y derrotado, nadando con las aguas teñidas por la sangre, sorteando cadáveres, hombres moribundos y heridos que intentaban aferrarse inútilmente a la vida.

MARTÍN TORREGROSA

HE LEIDO LA (ANTOLOGÍA POÉTICA 1953 -73) DE JULIO ALFREDO EGEA

Imagen (10)  Hablar de Julio Alfredo Egea es hablar de uno de los poetas más galardonados e importantes que haya dado la provincia de Almería.
Anclado en su Chirivel natal, Julio Alfredo Egea ha sabido captar con sutil maestría y verso puro todos los entresijos del medio rural que le circunda. En este entorno onírico de cumbres y mesetas, de espliegos y romero, Julio Alfredo Egea instala su cátedra del verso. Desde esa cátedra de cumplidos remansos y vuelos vigilantes bien ha sabido el poeta hilvanar verso a verso algunos de los poemas más bellos y profundos de los últimos tiempos.
Poesía honesta y transparente. En cada verso hay un corazón latiendo, una historia que merece ser leída, poemas como vidas, hechos con sentimiento desde el hombre, para el hombre. Decía Leopoldo de Luis en su introducción a la obra completa de Miguel Hernández que se publicó en Alianza Editorial en mil novecientos ochenta y dos, “la figura hernandiana no se volverá a repetir, Miguel fue como una flor en un peñasco”.
Haciendo un símil, bien podríamos decir que Julio Alfredo Egea es un poeta que ha crecido entre cumbres y como el agua de alta montaña es puro y transparente. Poeta de esencias innegables, catalizador de trinos y metáforas, auténtico alambique destilando purezas, bellísimas imágenes tan sólo conseguidas por los más doctos en el arte de descifrar los sueños con la pluma.
Poeta solidario con los más necesitados, creyente y generoso, Julio Alfredo Egea sabe del sudor, de la hoz y el ramal en la cintura, del trigo y sus rastrojos, de la cantarilla del agua que llora mientras duerme su preciado caudal bajo la encina. Es amigo de sus vecinos, y de Juan el bracero que va a verle, a pedirle consejos, a confesarle sueños y esperanzas. También el poeta conoce como Juan, el amanecer en el tajo, la estirada jornada y el regreso nocturno mientras les va la luna bailando en las pupilas y el hambre se encadena silbando en los bolsillos.
Es Julio Alfredo Egea un poeta de verso navegable de anchas sílabas y una sensibilidad inusitada, capaz de sorprenderse y sorprendernos, escribe de la vida, lo que nos pasa y lo que nos hace pasar, al tiempo que se proclama arqueólogo del trino, guardián de bosques y riachuelos, poeta comprometido con el medio rural y con el hombre.
“Nunca debéis mirar por las ventanas cuando lloran los niños por la noche”, un ángel cereal recorre las estancias apagando quinqués, columpiando las cunas donde los niños sueñan un despertar de migas y buñuelos. Poesía hecha con el corazón, a pecho descubierto, como antorchas encendidas que anuncian los caminos, aquí el poeta eleva su oración por el hombre que sufre, se revela contra la asfixia del jornalero y su desprecio. Cansado está el poeta de ver como le arrancan con esfuerzo y sudor las migajas a estos páramos desérticos. Suplicante, reflexivo, y a veces elegíaco el poeta va desgranando cual orvallo de abril, secuencias de una época, ráfagas de un tiempo que a tantos españoles de una forma o de otra les tocó padecer.
Sentido poema este número dos del pan escaso, poesía generosa, intensa de escenas transitadas, de tiempos vividos, veraz y anecdótica, poesía como labios, bien uncida tras la invisible mano de los días. Ha vivido el poeta lo triste que es despertar auroras, el lastimar temprano cuando se va la mano –a penas niña- encalleciendo por la áspera esteva del arado. Me viene a la memoria, y al hilo de estos poemas profundos de Julio Alfredo Egea unos versos de don Antonio Machado, quien como Julio tanto supo de bondad, de entrega y sufrimiento. “Dos lentos bueyes aran / y entre las negras testas doblegadas, / bajo el pesado yugo, / pende un cesto de juncos y retama, / que es la cuna de un niño; / y tras la yunta marcha / un hombre que se inclina hacia la tierra, / y una mujer que en las abiertas zanjas / arroja la semilla”. Conmovedora estampa, casi bíblica de la España más humilde y profunda que don Antonio bien supo dibujar en “Campos de Castilla”. Después de leer estos versos, podemos entender mejor el amor que ambos poetas derrochan hacia los seres y las cosas.
“Noticias de mi vida”, es un poema discurso, una declaración de hermanamiento, un sentir de temblorosas venas, de hombres sudorosos, humildes que lo dan todo apuntalando sueños, construyendo –sin etiquetas- avenidas, fuentes de luz y plazas de concordia. Bellísima poema estas noticias de un tiempo hecho discurso. “No penséis mi bandera sin espigas, creedme, / soy el niño que estaba creciendo entre los surcos, / mi estatura soporta bofetadas de tierra, / pienso que hay mil motivos para tocar la rosa”. Versos del corazón, poema de obligada lectura para tantos políticos que cabalgan nuestra geografía a lomos de la prepotencia y la soberbia.
Pertenece Julio Alfredo Egea a la generación del cincuenta. Una generación emblemática, marcada por una España dictatorial de represalias, estrecheces y odios, sin duda la generación más importante de posguerra. Es por lo tanto Julio Alfredo Egea junto a poetas como Ángel Valente, Claudio Rodríguez o Àngel González por citar algunos, parte integrante de esos pilares donde se apoya la poesía Española contemporánea.
Escribe Julio Alfredo Egea estos ocho libros que forman la “Antología Poética mil novecientos cincuenta y tres, setenta y tres,” -que viene precedida de un prólogo excelente y acertado de Arturo Medina-, En una época difícil, y lo hace apartándose de ideologías y de signos, optando por un humanismo que intenta comprender al hombre valorando a todos los hombres. Poeta integrador no excluyente que ha sabido tejer con la palabra escrita unos de los testamentos poéticos más bellos de su generación.

Martín Torregrosa